El arduo camino hacia la independencia

Corría el año 1956. Egipto y Reino Unido conceden la independencia a Sudán, tras más de medio siglo de administración conjunta. El mandato anglo-egipcio dejaba a su suerte al que era el mayor Estado en extensión del continente, y por consiguiente, un universo heterogéneo de etnias y tribus que convivieron durante siglos, no exentas de rivalidades.

Durante los once años que duró la paz, se produciría un hito que iba a cambiar el destino del pueblo sudanés: el descubrimiento de petróleo en la región de Sudán del Sur. La posibilidad de explotar el crudo supuso una nueva escalada de tensión entre el norte y el sur, que iba a desembocar en la supresión de la autonomía sursudanesa por parte del gobierno de Jartum, hecho que provocó el comienzo la segunda guerra civil (1983-2005). 


La independencia aviva las tensiones

El júbilo desbordaba las calles de las principales ciudades sursudanesas y su pueblo oteaba el horizonte con mayor esperanza de prosperidad y desarrollo. Una vez despojado del yugo del poder central de Jartum, que durante casi medio siglo de guerra mantuvo políticas de marginalización sobre la región sur –hasta 2005 no hubo en todo Sudán del Sur una sola carretera alquitranada-, la ilusión de autosuficiencia se abría camino: la secesión dejó en el nuevo estado el 75% de los campos petroleros que poseía la República de Sudán.  Sin embargo, el optimismo generado aquel nueve de julio pronto se tornaría en incertidumbre.

La lucha fratricida por el poder

Las décadas de lucha por la independencia provocó que las dos tribus mayoritarias de Sudán del Sur, los Dinka y los Nuer, aminoraran su histórica rivalidad para hacer frente al enemigo común: el norte árabe. Con la aparición del nuevo estado, las esperanzas de consolidar un sentimiento nacional unitario prácticamente insólito entre los sursudaneses iban a durar más bien poco. De hecho, las reticencias sobre la viabilidad del proyecto nacional iban a gestarse antes incluso del nacimiento de la joven república. Esta guerra no declarada comenzaría en la capital, Juba, pero pronto se instalaría en las regiones norteñas, donde se ubican las tropas nuer del ‘Ejército Blanco’ leales a Machar, y donde también se localizan las mayores explotaciones petroleras en el país. A la lucha entre facciones armadas se le suman matanzas genocidas de civiles que provocan que el temor y el caos recorran el país, y que la cifra de refugiados y exiliados no pare de crecer. La evolución del conflicto deja un escenario aún más complejo, de modo que afirmar que el conflicto es una lucha de nuers contra dinkas puede resultar simplista. Hay grandes excepciones. 


China y Estados Unidos: intereses enfrentados

El gigante asiático es el mayor interesado en la vuelta al status quo anterior a la guerra, y de ahí a que haya manifestado su deseo categórico del cese de la violencia. Detrás de este empeño, a nadie se le escapa que es el mayor beneficiado del petróleo de Sudán y Sudán del Sur. China financió tanto las refinerías como los oleoductos para el transporte y comercialización del crudo y, hoy en día, dos tercios de las exportaciones de crudo sursudanesas van a parar al gigante asiático. Por su parte, Estados Unidos se convirtió en el apoyo internacional más importante que los sursudaneses tuvieron en su lucha por la independencia. Acusado de provocar que el radicalismo islamista se expandiese en su país, el Presidente de la República de Sudán, al-Bashir, se convirtió en un enemigo público para los estadounidenses. Si bien Estados Unidos ha condenado la violencia y ha pretendido el cese inmediato de las hostilidades una vez estallado la guerra civil, el presidente sursudanés, Salva Kiir, mantiene una versión radicalmente opuesta. Éste acusa a los norteamericanos de apoyar a su rival Riek Machar, quien según el Presidente les habría prometido expulsar a las compañías chinas del país para disponer el petróleo en manos de empresas estadounidenses. 

Una región en vilo


Con el estallido del conflicto en Sudán del Sur, comenzaron también los temores por la desestabilización de una región ya de por sí turbulenta por la sofocante pobreza y las rivalidades tribales. En especial son los países vecinos los que contemplan con mayor preocupación el desarrollo de la contienda. La organización regional en la zona es la Autoridad Intergubernamental para el Desarrollo (IGAD), fundada en 1996 con el propósito de fomentar la cooperación, el desarrollo y la seguridad entre sus miembros, que hoy en día son ocho: Sudán, Sudán del Sur, Uganda, Eritrea, Kenia, Yibuti, Somalia y Etiopía. Por otro lado, no son pocos los que acusan a la República de Sudán de haber orquestado la guerra civil de su vecino del sur. Con la llegada en 1989 del todavía presidente al-Bashir, el intento por dividir y enfrentar a las principales tribus sursudanesas estuvo a la orden del día. Ahora, el presidente sudanés centra sus esfuerzos en controlar al gobierno de Kiir recurriendo a su dependencia a la hora de comercializar el petróleo. 

Naciones unidas

Con el nacimiento de Sudán del Sur el Consejo de Seguridad de la ONU aprobó la instalación de  dos misiones para el mantenimiento de la paz relativas al nuevo estado. La primera de ellas se ocupa del conflicto con el vecino del norte: la UNISFA (Fuerza Provisional de Naciones Unidas para Abyei), cuyo objetivo es la desmilitarización y el control de paz en la zona disputada de Abyei.

En lo referente al conflicto interno que sufre el país las NacionesUnidas desplegó la UNMISS (Misión de Asistencia de las Naciones Unidas en Sudán del Sur), la cual ha sido ampliada en mayo de 2014. Sus objetivos prioritarios son la protección de los civiles, la vigilancia de los derechos humanos y el apoyo a la ejecución del acuerdo del cese de hostilidades. Hoy en día la misión cuenta con alrededor de 11.500 efectivos de seguridad y más de dos mil civiles empleados en tareas humanitarias. 

Al borde de abismo: la catástrofe humanitaria 

Como era de esperar, la guerra civil provocó un agravamiento de la ya de por sí agónica situación humanitaria que sufre Sudán del Sur, uno de los países más pobres del mundo en el que más de la mitad de la población sobrevive bajo el umbral de la pobreza –con menos de un dólar al día. Las cifras son sencillamente estremecedoras.  Según varias agencias de la ONU, el conflicto ha forzado a casi medio millón de personas a buscar refugio en países vecinos (Etiopía, Kenia, Sudán y Uganda)Tras esta cifra, se esconde otro dato desgarrador: la esperanza de vida no supera los 42. Junto a ello, Sudán del Sur es el país con mayor mortalidad materna e infantil: 75 de cada 1000 niños mueren antes de cumplir un año de vida, número que asciende a los 105 (más de un 10%) en niños menores a cinco años. Entre las causas de mortalidad más comunes, la malaria es la responsable de un cuarto del total de las muertes. Estados Unidos es el país que  más fondos en ayuda humanitaria ha aportado con más de 439 millones de dólares, una cifra que supera a todos los demás donantes juntos. Destaca en segunda posición Reino Unido –antigua potencia administradora-  con más de 150. En lo que va de año ha sido donado más un millar de millones de dólares dentro del denominado Plan de Respuesta a la Crisis para 2014. 



Comentarios

  1. Muy buen trabajo... no olvides escribir la referencias de donde sacas la información

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